27.10.06

Nota Aparecida En EL FINANCIERO



El miedo a la gente en el festival cultural


Un cervantino bajo custodia

Sergio Raúl López

Guanajuato--Al menos tres policías de la PFP --metralletas al costado, pistolas al cinto-- custodian el teatro Principal de esta ciudad. Y lo mismo ocurre con otros recintos culturales como el Cervantes, el Juárez y el Auditorio del Estado; con las plazas públicas y las calles de la que se presume como la gran ciudad Cervantina de México. La situación despierta una simple pregunta, repetida hasta el cansancio durante el mes de octubre: ¿De qué los protegen? ¿A qué temen las autoridades municipales, estatales y federales que organizan el Festival Internacional Cervantino? La respuesta es obvia: a la gente.

Pero no a toda. Sino a los jóvenes con poco dinero y mucho entusiasmo que acuden en masa provenientes de todo el país y que --hay que decirlo-- confunden al festival cultural con la Feria de San Marcos y se dedican al oficio del exceso carnavalesco: beber, ligar, bailar y gritar. Solamente.

Cuando todos los intentos del ex director del festival, Ramiro Osorio, por sacar a esa muchedumbre de las cañadas sobre las que está trazado el centro de la ciudad y atraerlos a espectáculos de teatro callejero o conciertos masivos de rock en el parque La Yerbabuena, el gobierno panista decidió llamar a la PFP para contenerlos hace tres años. Y la estrategia funcionó, pues los teatros incrementaron asistencia y las calles gradualmente comenzaron a vaciarse. Poco importó que se llegara a extremos como golpear a un muchacho con un pantalón hip-hopero a media nalga sólo porque traía los calzones por arriba y no quiso subirse la prenda. O que se les hostigara directamente, no por caminar con un trago en la mano, sino por cantar, brincar o expresarse en la calle repleta. Y claro, por no traer dinero para contribuir a la esperada derrama económica que es el único objeto que los hoteleros, restauranteros y el demás comercio establecido encuentran al Cervantino.

Los primeros dos fines de semana de la trigésimo cuarta edición del festival reafirmaron que la estrategia rindió sus frutos. Acudieron jóvenes, pero en la menor cantidad que se recuerde en varios años. Este fin de semana, el de la clausura --el domingo 22 en la Alhóndiga--, se verá si el festival recupera sus muchedumbres o el hostigamiento policiaco pudo ahuyentarlos.

Este año, empero, a los jóvenes con bolsillos frugales se añadió un segundo grupo de riesgo: los ciudadanos que protestan por la elección presidencial y piensan que Andrés Manuel López Obrador ganó y fue despojado por variadas triquiñuelas. En Guanajuato, uno de los más importantes bastiones del panismo, se busca impedir o al menos invisibilizar la resistencia civil pacífica que un puñado de guanajuatenses ha emprendido.

Ante la veintena de manifestantes que con carteles, moños tricolores y consignas intentaron protestarle a Vicente Fox --quien acudió a la Alhóndiga de Granaditas a inaugurar el festival-- las fuerzas guanajuatenses coordinadas por el Estado Mayor Presidencial realizaron un exagerado operativo con vallas y decenas de retenes, revisiones minuciosas de bolsos y mochilas --incluso estudiantes de primaria y señoras recién salidas del mercado--, interrogatorios exhaustivos y repetitivos --¿a dónde va?, ¿qué pretende hacer?, ¿quién lo invitó a la ceremonia?-- y la petición reiterada de una identificación oficial --paradójicamente la credencial electoral para evitar el paso de los votantes inconformes-- que no sólo cancelaron las libertades civiles y el derecho a la libre manifestación de las ideas, sino que establecieron un tangible estado de sitio el miércoles cuatro de octubre. Los pocos que lograron mostrar sus pancartas en las gradas del lugar, eran retirados por células de varios policías. Pese al dispositivo, Fox ya no visitó el Juárez.

Y esas situaciones no hacen sino cancelar el carácter cultural y artístico del que fuera el encuentro más prestigiado de América Latina. Porque no puede haber cultura ni arte bajo custodia. Porque mirar metralletas por doquier, saberse vigilado por cámaras de seguridad o tener la certeza de que el presidente salido de Guanajuato ya no puede caminar por sus calles como antaño, confiado, sin escolta, sonriente. Ahora se le ocultan las protestas en su propia tierra, como el siete de septiembre, al supervisar la construcción del Centro Cultural Guanajuato en León, donde además de un dispositivo de seguridad mayor, se confiscaban los plumones y se impidió que el periódico AM regalara una lujosa edición conmemorativa de la ocasión para evitar que se escribieran mensajes en la caja que la contenía.

Y por eso el Comité de Resistencia Civil Agrupación Guanajuato junto con decenas de ciudadanos --y una minoría perredista-- presentaron una queja ante la violación de la garantía constitucional de libre tránsito y del derecho de manifestación ante la Procuraduría de los Derechos Humanos estatal, con registro 300/06/0, muestra Lohengrin Martínez, editor y miembro de la asociación.

El grupo organizó una caravana de autos para protestar de forma motorizada el lunes 9 de octubre y luego, el jueves 12, ofreció un maratón artístico en la Plaza de la Paz en la que participaron el poeta Demetrio Vázquez Apolinar, los grupos de rock Cartón y Samsara, estudiantes y profesores de artes plásticas, filosofía, letras e historia de la Universidad de Guanajuato, dirigidos por José Mendívil; algunos cantantes del coro Capella Colonial y el trovador bohemio Javier Vélez, integrante del comité. Otro de ellos, Omar Vargas ha montado la página electrónica http://guanajuato-resistencia-civil.blogspot.com/, que acompaña a otras como http://guanaxresiste.blogspot.com, donde se convoca al Cervantino en resistencia. Y lo más interesante de todo, el grupo, conformado además por Virgilia Cruz, ha montado un bar, Los Pasos de López, al lado de la Alhóndiga de Granaditas, con cuyas ganancias subvencionarán a los guanajuatenses que acudan a la toma de posesión como Presidente Legítimo del ex candidato de la Coalición por el Bien de Todos.

Una lona rasgada con la imagen de Fox se mira al entrar a la ciudad. En ella se lee la leyenda “Fox traidor” y otra que informa que lo han quitado y destruido tres veces. Un reciente decreto presidencial ha convertido al Cervantino en una institución autónoma con presupuesto propio, pero ese mismo poder presidencial, ha cancelado con la fuerza pública el espíritu del festival que es la universalidad del arte y la cultura, la libertad.